Ser gamer en Argentina
Argentina es un país hermoso. Tenemos todos los tipos de climas, la reserva de agua más grande del mundo, la calle más ancha, el río más ancho, el asado, el bondi, el dulce de leche, el mejor jugador de fútbol, las minas más lindas y hasta un Papa. Pero por desgracia, pese a todas las cosas lindas que tenemos para ofrecer al resto del mundo, vivir en estos pagos nunca fue fácil.
Y estamos hablando solo de vivir, ya imaginemos lo que es si queremos darnos ciertos placeres exclusivos del primer mundo. Aspeb es una web de videojuegos, un producto catalogado desde sus orígenes como un “artículo de lujo”. “Si tenés plata para gastar en esos jueguitos, es porque te sobra”. Ponele.
Ser gamer en Argentina siempre fue una paja, no vamos a mentir, pero si por algo somos reconocidos los argentinos es por nuestra habilidad de adaptarnos a cualquier situación y es así como hemos logrado sobrevivir tanto tiempo alimentando nuestro vicio favorito pese a los bolsillos ajustados.
La mayoría de los que están leyendo estas líneas ahora habrán empezado en el mundo de los videojuegos de pequeños. Si sos un mocoso y tu fantasía más grande son “los jueguitos”, lo más probable es que tu viejo te haya dicho “Ni en pedo” cuando le preguntaste si te compraba cierto juego que costaba 60 Pesos (o us$60). Por lo tanto tuviste que recurrir a la piratería. Transformarnos en Jack Sparrow es una de las alternativas más comunes por la que optan aquellos que no tienen una fuente de ingresos.
A finales de los 80’ y principios de los 90’ estaban las “Casas de Computación” que te vendían las copias grabadas en diskettes, en algunas hasta podías llevar tus propios discos, te grababan los juegos encima y te cobraban más barato. También hacían lo mismo con los cartuchos, existiendo cientos de locales en donde podíamos comprar hermosos cartuchos de Family Game de todos los colores.
Un día a un genio loco se le ocurrió la brillante idea de meter muchas ROMs adentro de un mismo cartucho y nacieron los míticos “XXXXX en 1” que a veces llegaban a números ridículos.
Family Game, Songa, Polystation, Funstation, Millenium Game, Wee, ni las consolas mismas se habían salvado de la piratería y pronto tuvieron sus clones chinos vendidos al por mayor en las casas de electrodomésticos.
Comprar juegos originales era caro, muy caro, pero había muchos que podían permitírselo. Por alguna razón la Super Nintendo y la Nintendo 64 nunca se llegaron a piratear masivamente en el país y pronto el pibe que en su casa tenía la Nintendo 64 con 4 joysticks y Golden Eye se convertía en la versión argenta de Ricky Ricón. Y en el más popular del curso, claramente.
Para los que tenían la consola y no podían comprar juegos se creó una genial solución: alquilar cartuchos. Por
El mercado de PC por ese entonces era distinto, si bien existía la piratería, tenía la suerte de que tanto los diskettes como luego los CDs eran baratos de producir y surgieron varias empresas que los embalaban en el país. Por esta razón uno podía pasear por un Carrefour y encontrarse versiones originales de Starcraft, Quake 3, Los Sims o Command & Conquer a precios razonables.
Con el arribo de las consolas de 128 bits la cosa comenzó a cambiar un poco. Algunos de los nenes que habían crecido jugando jueguitos ya eran adultos trabajadores y gamers. Las tiendas de videojuegos todavía seguían en su mayoría dedicándose a los productos piratas pero algunas comenzaron a gestar una movida under de importaciones para la gente que quería gastar sus pesos bien ganados de forma legal en lo que más disfrutaba. Los que todavía seguíamos siendo chicos (o pobres) nos contentábamos con pasar cada tanto por el Mundo del Juguete y colgarnos un rato jugando al Mario Sunshine en la Gamecube de exposición.
Por un lado estaban los veinteañeros gamers criados con un joystick en las manos, por otro había una multitud de pendejos haciendo fila para participar en los torneos Daytona organizados por el programa Nivel X. Sea como sea, se comenzaba a gestar una cultura gamer en Argentina. Después del E3 los informes de Cristian o la lectura de la Hobby Consolas se convertían en el momento más importante del año.
Mitades del 2000, llegan “Los Cybers”, antros oscuros (y muchas veces ilegales) donde docenas de chicos (y no tan chicos) se reúnen a jugar Counter-Strike, Battlefield 1942, MU Online o Lineage II. Una nueva puerta para que muchos tuvieran su primer contacto con los videojuegos en computadoras que, para ese entonces, eran bastante potentes. También fue la primera vez que muchos experimentamos las mieles de un multijugador online.
una módica suma (de $2 a $5 dependiendo el lugar) podías llevarte el juego a tu casa, disfrutarlo como loco y devolverlo pasados unos días. La extinta cadena de videoclubes Blockbuster se volvió todo un ícono de esta movida.
Sigue el tiempo, mueren los cybers, los juegos quedan. Se crean ligas competitivas de los juegos más populares. Equipos de Counter argentinos compiten en la WGC (World Cyber Games, el mundial de los e-sports).
La 6° generación de consolas se encuentra ya con un panorama completamente distinto. Sigue existiendo la piratería (y siempre existirá lamentablemente) pero ya no sólo los pibes del Atari y el Commodore son adultos, sino también los “Pibes Play”, esos que su primer juego fue Crash Bandicoot. Las tiendas especializadas de videojuegos se expanden y cada vez son más las que se dedican a los productos 100% originales. La mayoría tiene internet en sus casas, gracias a los foros descubren que no están solos, hay miles de gamers más viviendo también en el culo del mundo.